Os presento al tan conocido
níscalo o mízcalo que podemos encontrar por estas tierras, aunque se lo conoce
por otras denominaciones dependiendo de la región donde se cojan.
Conocido científicamente como Lactarius deliciosus, se caracteriza por
su color anaranjado, el sombrero que puede llegar a los 16 centímetros de
diámetro, aplanándose a medida que crece. La parte inferior está compuesta de láminas
que parten de la parte central, donde parte el tronco, con el mismo color
anaranjado.
Solemos encontrarlo próximo a
zonas de coníferas, especialmente de pinos, aunque por la proximidad a estos también
los he podido encontrar junto a tomillos, helechos e incluso alguna vid de
alguna viña ya abandonada.
En ocasiones la oxidación del
hongo, produce tintes verduscos, que afean su presencia, aunque no su sabor.
Sin meterme en más detalles
técnicos, pues no me considero un experto micólogo, tan solo un usuario que
disfruta de su recolección y posterior preparado culinario, os coloco una
imagen de uno de los recolectados este pasado otoño, que podemos decir que en
nuestra región ha sido un año estupendo, tanto en la cantidad como en la
calidad.
Si nos centramos en sus aportes
nutricionales, y habiéndome informado puedo deciros que es rico en hierro, yodo,
potasio, fibra, agua, y vitaminas B2, B3
y D.
A la hora de prepararlos, no nos
encontraremos con dificultad alguna pues es un plato realmente sencillo de
cocinar. Los podéis limpiar y directamente asarlos sobre una sartén con un
poquito de sal, o bien cocinarlos para acompañamiento de carnes o guisos, o
como un plato de entrante o acompañamiento.
Os dejo una de las recetas que
más me gustan:
- Níscalos (troceados y limpios).
- Un ajito.
- Cebolla.
- Bacon o jamón serrano.
- Sal.
- Un vasito de vino blanco.
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