Como habéis visto en mis últimas
marchas, hago mención a la recolecta de espárragos trigueros, que a finales de
invierno y primavera se dan en abundancia, más aún si cabe años como este con
continuas lluvias en el que los campos se mantienen húmedos y ricos de
vegetación. (Se habla del marzo más lluvioso de los últimos 60 años).
Se dan en pedreras, muretes,
lindes, canchales rodeados de almendros, zarzas y chaparros, o incluso junto a vides abandonadas, o en el
medio de viñas ya perdidas, entre pinos, casi en cualquier sitio.
Conocer la ubicación de las
esparragueras te puede ahorrar un paseo mayor, pero no es un requisito indispensable
para hacernos con un buen manojo de espárragos.
Los que aquí encontramos podemos
verlos de un grosor considerable, aunque también los hay más finos y alargados.
Su nombre científico es Asparagus
acutifolius, y es un producto que desde la antigüedad se ha empleado como
diurético. Es rico en potasio, fósforo y magnesio así como de vitaminas C, Beta
– caroteno y ácido fólico, su aporte calórico es bajo.
Su preparación es sencillísima,
hay quien los pone a la plancha junto con aceite y sal, pero yo debido quizás al
amargor que estos aportan, prefiero hervirlos con dos cocciones de 15 minutos y
cambio de agua, para después incorporarlos a una tortilla simplemente o
acompañarlos con un poquito de jamón.
Os dejo la foto de la tortilla de
anoche. Para comérsela, ¿Verdad?
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